sábado, 14 de junio de 2008

El sentido de la propia medida


Constantemente me encuentro con personas que se ponen enfermas porque rebasan el límite de sus medidas. Unos se exceden porque asumen demasiado trabajo, duermen poco y están siempre inquietos. Otros optan por superar sus límites, porque tienen una imagen ideal demasiado eleva­da de sí mismos; quieren hacerlo todo a la perfección y enferman cuando comprueban que son como los demás. Algunos se ven tan fascinados por ideas religiosas que no encuentran reposo; desearían estar meditando constan­temente y olvidar las exigencias de la vida. Hay quienes piensan que deben satisfacer todas las expectativas que otros han depositado en ellos. Dejan que la medida les sea impuesta desde fuera, en vez de obedecer a la llamada interior.

San Benito dice que la sensibilidad para la justa medi­da es la madre de todas las virtudes. Recomienda encare­cidamente al abad que lo ordene todo con medida, «de modo que los fuertes deseen hacer más, y los flacos no rechacen el trabajo» (Regla de san Benito 64,19). Cada vez que rebaso mis límites, sufro las consecuencias. Si ayuno demasiado, arruino mi salud. Si trabajo demasiado, me muestro demasiado susceptible con los demás. Si hago una excursión por la montaña y realizo un esfuerzo excesivo, me arriesgo innecesariamente.

El alma también tiene su medida. Algunos traspasan esa medida. Se niegan a aceptar que su alma tiene una determinada constitución. Reconocer la justa medida requiere, de una parte, humildad y valentía para aceptar los propios límites; pero, de otra parte, también requiere generosidad el asumir con agradecimiento las cualidades y los valores positivos de uno mismo.


También hay personas para quienes su medida es, a priori, demasiado pequeña. No se atreven a hacer nada. Fijan constantemente sus límites para que nadie los traspase. Así nunca sabrán lo grandes que son sus posibilidades. Para saber dónde están mis límites tengo que rebasarlos. Para descubrir y aprender tengo que experimentar mi medida. Tengo que caminar para ver hasta dónde puedo llegar en un día.

El sentido de la justa medida te hará bien si hoy fijas los límites de tu trabajo, si tienes que decidir que asumes una obligación. Necesitas el sentido de la medida en las conversaciones con tus colaboradores, para averiguar hasta qué punto puedes confiar en ellos; en el trato con tus hijos, de modo que los estimules pero no les exijas un esfuerzo excesivo; y en las relaciones personales, para que percibas hasta qué punto deseas intimar con esa persona y cuánto tiempo quieres permanecer a su lado. Pero sentido de la medida también te acompaña en tu viaje interior, en el viaje que te ha de llevar a ser tú mismo. Te mostrará lo que puedes y lo que no puedes hacer. Te enseñará el arte de alegrarte de tus medidas. Cuando hayas encontrado tu medida, podrás entrar en la vida con plena confianza.

(Adaptación del texto de Anselm Grün: el ángel de la medida propia)

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