sábado, 14 de junio de 2008

Hablando del Miedo a Hablar

En: Fischman, D. “El Camino del Líder”

Estudios sobre los miedos humanos demuestran que después del miedo a la muerte, el más común es aquel que nos provoca hablar en público. En gran cantidad de ocasiones este miedo impide el ascenso y desarrollo de muchos profesionales en la empresa. Para evitar esta situación es importante que comprendamos la verdadera razón de nuestro miedo.

Si estuviéramos en la selva y nos encontráramos con un tigre salvaje, nuestro cuerpo experimentaría la respuesta condicionada de “pelea/fuga”. Nos subiría la adrenalina, que nos prepara ante una posible pelea o fuga. El ritmo cardíaco se aceleraría para bombear más sangre a las extremidades, de manera que estemos en mejores condiciones para pelear o correr, y al cerebro, para pensar. Se evacuaría la sangre del estómago, la parte más vulnerable a los dientes de una bestia. Aumentaría la respiración para enviar más oxígeno a la sangre y finalmente se clausuraría la parte racional del cerebro para que nos podamos concentrar exclusivamente en correr o pelear.

La respuesta de “pelea/fuga” es una conducta que se remonta a la época de las cavernas, cuando el hombre era acechado por bestias salvajes. Hoy, cuando nos paramos al frente de un auditorio, nos ocurre exactamente lo mismo. Vemos a las personas como si fueran unos tigres salvajes que nos quieren comer, y la respuesta “pelea/fuga” se activa. A continuación se describen los antídotos para este problema.

Piense en servir y no en pedir

Recuerde alguna vez en la que usted le haya pedido algo a una persona que tenía autoridad sobre usted y a la que no conocía mucho. ¿Cómo se sintió? Ahora recuerde alguna oportunidad en la que usted quiso servir con amor y de forma desinteresada a una persona en las mismas condiciones antes planteadas. ¿Cómo se sintió? Lo más probable es que en el primer caso haya tenido miedo, y en el segundo no.

Cuando nos paramos frente a un público para pedir aprobación, admiración y aceptación, nuestro ego tiene mucho que perder. Así, al exponerse a una posible tragedia consistente en sentirse poco querido o aceptado, entra en pánico. En cambio, cuando nos paramos frente al público con una actitud de servicio, el miedo disminuye. Si nos enfrentamos al público con una actitud de entregarle lo mejor que podemos ofrecer, de enriquecerlo y ayudarlo, el miedo no tiene cabida.

Prepárese, prepárese, prepárese

Otro antídoto contra el miedo es prepararse. Los expertos recomiendan decir en voz alta el discurso por lo menos seis veces antes de darlo. Otro aspecto que contribuye a reducir el miedo es conocer anticipadamente a nuestra audiencia: ¿quiénes son?, ¿cuánto saben del tema?, ¿vienen obligados o por propia voluntad?, ¿qué preguntas pueden hacer? Como dice Malcolm Kushner: “La audiencia es como una rosa: si la agarras bien puedes disfrutar su belleza, pero si la coges mal, te hincas”.

No pierda la perspectiva

Vista con una lupa de gran aumento, una mosca parece una bestia horripilante, pero cuando la vemos volar en su tamaño natural es un insecto insignificante. El miedo de hacer una presentación es similar. Lo vemos como un problema enorme, pero en realidad debemos poner las cosas en perspectiva. Es sólo una presentación de 30 minutos o una hora. ¿Qué puede significar este tiempo en toda una vida?

El miedo a hablar en público se basa en tigres imaginarios que llevamos en la mente y que no tienen sustento en la realidad. Para vencer el miedo tenemos que arriesgarnos y enfrentarlo aprovechando todas las oportunidades que se presenten para hablar. Cuando lo hagamos descubriremos que el tigre es sólo un espejismo. Como dijo Franklin D. Roosevelt: “No tenemos nada que temer, excepto al temor en uno mismo”.

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