viernes, 13 de junio de 2008

Inauguración

Son las 1o.50 de la noche y comienzo con mi viaje por el mundo de los blog's, quiero compartir contigo una historia. La historia de una lata

Había una vez una lata oxidada, tirada, fea, vieja, revieja y abollada.
Allá estaba, pudriéndose entre los desperdicios. Era lo que se dice fea e inservible. Pero, como sucede muchas veces en la vida de los seres humanos, sucedió también con esta lata inútil, que todos ignoraban.
Resulta que una tarde de invierno el cielo se apretó de nubarrones oscuros. Sopló un viento helado, y al rato volaron los primeros copos de nieve. Unos minutos después, hasta el pasto tiritaba.
Entonces apareció un palomo joven que se llamaba Pepe Palomino. Tanto frío tenía, que ya no sabía cómo poner sus alas. Pero, de pronto, vió la lata y se le encendió un foquito dentro. Es decir: tuvo una idea salvadora.
_Me parece que conseguí cobijo_ dijo Pepe Palomino, ¡Viva mi suerte!¡Esta latita puede ser un
palacio...! y se acurrucó adentro. Esa noche la luna plateó fino sobre el mundo. Cayó una escarcha tamizada como polvo de plata. Y la vieja lata fue el cobijo del palomo durante aquel invierno. Una mañana Pepe se despertó asustado. La lata se movía.
Se asomó a mirar y vió:había llegado la primavera. La nieve se había derretido con el calor del sol.
Ahora la lata flotaba en el agua. Era como un barco. Navegando, navegando, Pepe Palomino llegó hasta una orilla. _Adios barquito¡ ¡Fuiste providencial!Me salvaste de la interperie!. Y dicho esto, el palomo remontó vuelo por el cielo celeste.
En seguida subió a bordo el sapo Timoteo García. Este viaje era su gran oportunidad para llegar a la otra orilla, y el sapo la aprovechó. A bordo de la lata, mirando el horizonte, Timoteo parecía un pirata. Por fin la lata toco la otra orilla . El sapo García saltó y dijo:
_¡Adios mi acorazado! ¡Me resultaste una salvación! ¡Gracias!.
Y la lata quedó flotando a la deriva.
Flotando llegó a un río enorme. Y de ahí cayó por una cascada. Y de la cascada pasó a otro río, hasta que llegó al gran mar.
Fue entonces que un anzuelo la pescó y la levantó hacia el cielo. Era un marinero que tenía vocación de pintor.
Cualquiera hubiera tirado aquella lata oxidada y abollada.
Pero este pescador no despreciaba a nadie. A todo sabía hallarle un lado bueno, por eso dijo:
_ Seguro que nadie se dio cuenta de que tus abolladuras te hacen muy original¿De dónde vendrás, eh?
Al mirarla con cariño le vio muchas bellezas escondidas en el banquete. Por eso la dejó secar, y despues la pintó de color. Desde ese día la lata abollada sirvio para poner pipas, lápices y pinceles.
En el mar de la vida hay muchos pescadores, iguales al del cuento. Tienen vocación de pescar.
Se ocupan de rescatar justamente aquello que los demás desprecian

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